Comentarios y críticas
Susana Szwarc en el fragmento de contratapa de Atrapavoz:
“¿Cómo atrapar a alguien que huye aunque no huya y posibilita, de esa forma, su crearse y recrearse? ¿Cómo descubrir el secreto? ¿Cómo alcanzar a otro, a otra? La voz de quien, mientras está y no está, pronuncia el verbo. Nombrar el verbo es hacerlo sustantivo; darle vida, por ende, agua, luz. Una voz que es vos.
Este singular, especial libro de Daniel Calméls es un libro de amor. Las dos dedicatorias – ya primeros versos –pronuncian su título, Atrapavoz, de nuevas maneras. Nos acerca a quien es en/sueño y que inquieta.
Del amar a mara a es este libro en un siglo que no pareciera querer enterarse de que esa cosa, el amor, existe. Menos aún que sea una convicción, una afirmación; también manera, madera, maderita: sustancia. Cuerpo –del otro/otra –que pronuncia (inspira) una escritura, que obra otros cuerpos.
Los libros de amor tienen por costumbre darnos un final con tragedia. Aquí, donde se hace lugar, además, a la copla, a la risa; en ese abismo y riesgo que implica tocar una temática casi prohibitiva, es diferente: se nos invita a una fiesta de lo cotidiano amoroso, allí donde “los amantes son fuentes que conciben su alimento en la sed del otro”.
Susana Szwarc, 2020
Esteban Pelicovich presentando La almohada de los sueños:
“A mí los actos literarios me resultan desde hace mucho tiempo actos absolutamente impresentables. Yo, más que por venir por el libro de Calméls, libro que amo, que quiero mucho y a su obra, vine por él, por la persona de Calméls. Porque yo quería rescatar un poco el valor, dentro de un momento en el que las cosas están tan confusas, en el que hay tantas voces huecas sonando por ahí, el hecho de que Calméls tenga —como también señaló Freire— una continuidad a lo largo de su vida, a través de una búsqueda personal y a través de lo que yo considero que sí podría ser lo determinante de un inicio de valoración de canon, que es el camino propio, la palabra propia, dentro de la palabra madre, de la palabra escrita.
Para mí, en la literatura argentina, el color de Calméls es un color independiente. Puede haber escritores con muchas novelas, puede haber poetas con muchos libros de poesía, pero hay pocos que puedan escribir un cuento —del cual se les ha hecho a ustedes un anticipo oral, pero que yo quiero volver a él— que en su sencillez aparente hay, por lo menos para mí, uno de los cuentos más bellos del mundo. Y toda la obra de Daniel Calméls podría bien quedar en ese cuento y sentirse él absolutamente justificado para la historia de la literatura. Lo que les digo parece una amplificación de amistad; no, es lo que siento. Si yo tuviera que elegir cuentos, (…) si yo tuviera que elegir los cien cuentos de mi vida, pues entre esos cien cuentos, a mí no me tiembla la mano, ni la elección, en agregar, por supuesto, éste que se llama “La almohada de los sueños”. Me parece que —y yo he leído mucho — es uno de los textos más bellos de la literatura. Viva Calméls.”
Esteban Pelicovich
Presentación del libro
La almohada de los sueños
Esteban Peicovich – Mónica de Aretio – Héctor Freire
martes 28 de agosto 19,30 horas
Bar Tuñon – Maipú 849 – Ciudad de Buenos Aires
Leonor Silvestri sobre Marea en las manos:
“Esta antología se torna personal por la poetización de la vida que invita a presenciar cómo los fantasmas del autor se encarnan. El recorte por tema se torna una obsesión que guía todo el volumen: ojos, rostros, cejas, miradas. […] Sin embargo, todas las palmas se la lleva el cruento e inclasificable Estrellamar, serie de poemas en prosa o ensayo reflexión en voz alta sobre los horrores de todas las dictaduras militares y el totalitarismo. Si como decía Andy Warhol, se es tan bueno como lo mejor que se hizo en la vida, Calmels puede estar tranquilo habiendo ‘parido’ este poemario.”
Leonor Silvestri, “El cuerpo que marea”, suplemento Radar, Página 12, 29/10/2006
Héctor Freire, fragmento del prólogo de Marea en las manos:
“El texto de Calméls es un verdadero rito, escrito “cuerpo a cuerpo”, similar al abrazo erótico: ensamble de fragmentos, tejido de relaciones íntimas, donde el abrazo entre el yo y el mundo exterior no es un hecho inmutable sino una construcción artificial (poética). Una línea fronteriza, y que como muchas fronteras, no es natural (cuerpo), sino convencional (escritura). La distinción entre yo y mundo se hace “escribiendo” parte de lo interior y “tragando” parte de lo exterior. Las palabras, aunque paradójicamente, apelarían a la comunicación no verbal, incorporando el espacio corporal al espacio del lenguaje poético”.
Héctor Freire
Zulema Rosenbaum, para el prólogo de El cuerpo en la escritura:
“El texto de Daniel Calmels sintetiza un tiempo de elaboración sobre la propia práctica y acerca de las relaciones con otras disciplinas que conducen a las conceptualizaciones referidas a esos “objetos” que surgen al pensar el sujeto –niño, adolescente, adulto– sujetado y puesto, generalmente por otros, en el lugar de la consulta.
Hay un reconocimiento en el sentido de que nuestras disciplinas bordean constantemente, la cuestión normativa junto a la problemática de la libertad expresiva. En el texto el planteo es claro: acompañamos para el logro de producciones con firma de cada autor y por eso, cuestiona la titularidad del cuaderno que, en los hechos, constituye un tema a re-pensar en el marco de la conducción de los aprendizajes.
Pensar la relación letra escrita-ley, la relación cuerpo-palabra, son tareas que emprende mostrando una mirada de acuerdo a la cual “El cuerpo es una producción humana impensable sin la palabra”. La construcción que el sujeto hace de este objeto –la escritura– es pensada como un eje de compromiso corporal y una circunstancia en que el cuerpo, allí enredado se expresa, habla, tanto si produce como si no lo hace. Esto coloca al aprendiz “en un proceso fundamental de enriquecimiento del universo simbólico”.
Daniel Calmels reconoce un proceso constructivo, un compromiso de los recursos cognitivos del aprendiz, afirmando que: “La escritura es activa no porque refleje al pensamiento sino porque produce pensamiento; no porque plasme las imágenes sino porque crea imágenes”. La escritura, entonces, es construcción que construye. “En la tachadura, en la corrección, en el titubeo, se encuentra el acto de conocimiento.”
De acuerdo a esta producción, podemos decir que escritura es metáfora del conocimiento humano ya que le exige al cuerpo y al psiquismo y de este modo amalgama, une lo disociado, lleva a pensar un “cuerpomente”.
Por último –y no sólo por las citas– este texto no ha perdido el carácter lúdico y poético de la otra cara del oficio de Daniel Calmels.”
Zulema Rosenbaum, 2001.
Roberto Ferro, para la contratapa de El libro de los pies:
“Daniel Calméls es un hombre de múltiples oficios. Como imaginero de palabras inquietas busca los términos que mejor iluminen sus búsquedas, como archivista incansable, recorta imágenes para entrelazarlas con las palabras y afirmar de este modo, que es posible por medio del artificio resaltar, hacer palpable, la realización del sentido como resultado de la urdimbre de saberes que provienen de las fuentes más diversas. Daniel Calméls en el Libro de Los Pies traza una extensa cartografía que se va tramando en el inquieto suceder de los argumentos y en la diversidad de las conexiones que traza para tantear y moldear cuestiones hasta hoy invisibles y, de este modo, asumir los riesgos de proponer categorías y alternativas de investigación inéditas. El libro de los pies emprende la vasta tarea de descifrar y de ordenar el saber desde un pensamiento fronterizo, que desborda tanto la mirada del poeta como la del investigador atento y meticuloso, para producir una síntesis notable”.
Roberto Ferro
Alicia Fernández, prólogo de El libro de los pies:
“Daniel nos presenta un Edipo= Pie hinchado, un Edipo discapacitado en su sostén, un Edipo con linaje de cojera. Edipo en quien la marca de ”su pie funciona como ombligo, fuente de su saber”. Un Edipo que va a sostenerse en el saber que desde su cuerpo marcado lo va llevando a buscar el conocimiento. El aprendizaje se dramatiza en el cuerpo- yo decía, y digo ahora con diferente fuerza- después de leer estos capítulos.
La psicomotricidad y la psicopedagogía precisan tener la escucha abierta a la pregunta y el mensaje que los humanos producen desde el problema de aprendizaje o desde la discapacidad, pero intentando preguntarse sobre el aprender y la capacidad. Es decir, desde el saber y el cuerpo.
Además, percibo que tanto Daniel como yo saboreamos/ gustamos de tener esos orígenes, sabemos, se producen siempre y en cada momento y no solo una vez en sus pasados.”
Alicia Fernández, 2001.
Juan de Olaso, sobre Cuerpo y saber:
“El primer capítulo del libro que da nombre al volumen, invita a reflexionar acerca del saber del cuerpo, un saber que sólo puede transmitirse en la experiencia, de persona a persona. Los otros dos ensayos que conforman el libro se titulan “La Contención del Estímulo” y “Edipo en el Árbol de la sabiduría”. Este último, una singular lectura del mito de Edipo hasta qué punto las marcas en el cuerpo juegan un papel determinante en el destino trágico, en este caso del hombre.
Es innegable que el análisis que hace Calmels de la obra de Sófocles es digno de un observador perspicaz, que obliga constantemente al lector a pensar las cosas desde un punto de vista diferente”.
Juan de Olaso – La Nación 1998.
Jorge Ariel Madrazo, a propósito de la entrevista realizada por Rolando Revagliatti:
“Hace ya muchos años que conozco y admiro a Daniel Calméls. En primer lugar, por lo que considero su sereno equilibrio para organizar y desenvolver su cotidianeidad y su obra; por su afectividad de contagiosa sabiduría. Luego, por sus trabajos con la escritura y sus iluminaciones sobre el cuerpo y el inter-juego entre éste y el mundo. Siempre lo vi como alguien que sabe. Y añadiré lo principal: es un gran tipo. Agradezco al talentoso Revagliatti por esta y otras entrevistas.”
Jorge Ariel
Nicolás Rosa refiriéndose a Estrellamar:
“Daniel Calméls me hace reflexionar, es decir, tensar mi pensamiento y quebrar mi postura -una fractura inhóspita-: “Escena del ensayo”. El ensayo no es fragmentario como lo venimos diciendo en relación con el cuerpo fragmentado -“escena de escritura”- sino es el ‘miembro fantasma’-“escena de lectura” (cadena Charcot-Freud-Merleau Ponty)-: el apósito imaginario que todo lector -desde Montaigne a Borges- le agrega siempre a lo que lee”.
Rosa Nicolás, Historia del ensayo Argentino, Buenos Aires, Alianza, 2003.
Horacio Castillo sobre Estrellamar:
“Un texto que, desde el desgarramiento, se eleva a la más honda meditación desde el cuerpo y el drama de las mutilaciones”.
Horacio Castillo, 2000
María Rosa Lojo sobre Estrellamar:
“De memoria están hechos los intensos poemas en prosa de Daniel Calméls, que cumplen con la gravedad severa y terrible de un rito trágica y ejercen los poderes de la catarsis. Por eso esta memoria trágica es también terapéutica: cauteriza e impide la perpetuación de lo atroz. La verdadera continuación de la tragedia sería el olvido y contra él se levantan estas palabras y también las figuras diseñadas por Laura Dubrovsky que ilustran este libro.”
María Rosa Lojo, Poesía de la ausencia y de la memoria, La Nación, 1999
Irma Verolin sobre Estrellamar:
“Leí tu libro de poesía “Estrellamar” de un tirón, es un libro extraño, bello, inquietante, conmovedor. Una vez más tu libro me llevó a pensar de qué manera realmente creativa es posible simbolizar hoy por hoy artísticamente ese contingente de desaparecidos que despobló nuestros años jóvenes y puebla ahora nuestra vida presente. Tu libro es intenso. Pero además ese entrecruzamiento entre la vida y el arte, ese ir y venir entre lo que los ojos miran, las palabras y el rudimento denso de la comida me resuena en experiencias cercanas y lejanas. Con ese cruce entre la experiencia del cuerpo y la percepción de la belleza y de la no belleza, lograste crear una metáfora de lo que no se puede decir. Sólo se me ocurre que es un libro de estremecimientos, el estremecimiento del horror y de la belleza al mismo tiempo. Incluso en la aparición de la tortuga y la estrella de mar se condensan esos dos polos de oscilación. La estrella de mar, por estar sumergida en lo profundo, nos remite a la tierra, pero al ser estrella también nos remite al infinito en tanto el agua es un poco también la representación del Universo. La tortuga es en Oriente un símbolo múltiple. Simboliza la eternidad, pero al mismo tiempo nos remite a lo terreno por su carácter de animal prehistórico y por su lentitud al avanzar sobre la tierra. Los dos planos, lo denso y lo sutil se encarnan en estos dos seres que aparecen en el libro. Igual que ese cirujano que recorta imágenes, vos recortaste algo más, como dándole un contorno a lo que no tiene contorno, la imagen nos conduce a todo lo oscuro que no se puede decir completamente de los años del horror, pero a la vez la operación le da forma a eso que por, no poder ser nombrado, carece de forma.”
Irma Verolin, 14/12/2004.
Héctor Freire sobre Estrellamar:
“El vacío (los ausentes/’desaparecidos’) aparece aquí re-presentado: la fotografía de una supliciada que está alli para mirarla infinitamente, pero esa foto también nos mira, y se transforma en señalador ‘porque trabaja en el recuerdo del olvido’.
Y otra vez, en forma insistente, reaparece la escritura como metáfora del cuerpo. Aunque todo el texto de Daniel Calméls parezca cifrado en la memoria, Estrellamar es un esfuerzo por recordar hechos siniestros, cuyas manifestaciones físicas son recuperadas: cuerpo seccionado, signos que conforman una superficie que remite obsesivamente al ojo: a la lectura inevitable del pasado.”
Héctor Freire, 1999
Patricia Mercado sobre El Cristo Rojo:
Hace años que sospecho en este libro un tesoro esperando. Por eso quería leerlo.
No sabía qué buscaba, pero sabía que estaba allí.
Conmovida.
Conmueve el poeta rascando las cáscaras del mundo con una fe inconmensurable.
Conmueven las huellas de una historia social que nos acuna y nos deja a la intemperie por partes iguales.
Conmueven las palabras y las imágenes.
Conmueve el decir de lo negro, la mínima luz.
Conmueve Zito Lema allí rondando.
Conmueve tu laborioso amor que revisa infinitas fuentes y las pone en donación.
Qué inmensa ofrenda este libro a tamaña poética.
Patricia Mercado
Juan Jacobo Bajarlía comentarios sobre El Cristo Rojo:
“Daniel Calméls, en El Cristo Rojo, nos dice que el cuerpo y el hacer creador se corresponden semánticamente. Donde el dibujo y el rasgo pictórico adquieren una forma, es en el cuerpo, la postura del cuerpo y de la misma mano, quienes inscriben el suceso plástico.”
“… la figura plástica está en conexión directa con el cuerpo: De ahí que Calméls, en esta obra original, el primer intento de esta significación, nos diga: ‘Del estudio de cientos de dibujos cuya temática predominante es la figura humana, surgen algunas características comunes. En su mayoría hay ausencia de pies y piernas, así como también de manos y brazos. Son cuerpos desmenbrados. Sólo la cabeza y una parte del tronco resumen la corporeidad. No hay alas ni raíces: escasez de aire. Ausencia de tierra’”.
“… Fijman se está creando a sí mismo al rechazar su cuerpo: Lo proyecta singularmente mutilado en toda su obra para abominar de sus límites. Esa es la tesis fascinante de Daniel Calméls.”
Juan Jacobo Bajarlía, Buenos Aires, 1996
Diego Bagnera, para El cristo rojo:
“La mayor virtud de Calméls ha sido plasmar un cruce de registros y miradas, un punto en el cual convergen lo poético, lo científico, lo histórico y, en algún sentido, lo filosófico religioso.
A excepción del segundo capítulo, donde Calméls reflexiona, el libro guarda un silencio sagrado ante los hechos, transforma este material en algo único, esencial y, por eso, basto, siempre abierto a nuevas lecturas.
Este año, el Cristo rojo, recibió, no casualmente, la Faja de Honor de la SADE”.
Diego Bagnera, La Nación (1997)
Roberto Ferro escribe sobreEl Cuerpo y Los Sueños:
“Si la textualidad es el espacio en el que ocurre el nombrar, la genealogía del nombrar en los poemas de Daniel Calméls puede ser leída como la historia de las confabulaciones textuales de la identidad. Esta historia se presenta a la mirada en forma de marca figurada, se construye en el encuentro con los ancestros del nombrar presente. Ese encuentro supone una pregunta abierta que interroga por la identidad. Esa pregunta por una forma del ser es escrita en los poemas de El Cuerpo y Los Sueños como una pregunta sobre el nombrar. Ese nombrar es también una forma de acto, es una acción.”
Roberto Ferro, 1995
Alberto Luis Ponzo, sobre El cuerpo y los sueños:
“Cuerpo, palabra, sueño. El hablar se hace cuerpo y la palabra abarca todas las sensaciones del cuerpo. Por eso nace otro lugar para la poesía donde los ojos sienten, la lengua puede ver y el oído percibe los sabores del mundo. Le agradezco esta hermosa celebración del cuerpo y la poesía. Su libro abre al pensamiento, hace ver lo ilimitado de ese misterio que es cada célula, cada órgano; cada sílaba del cuerpo y de su silencio o su escondido rumor”.
Alberto Luis Ponzo, 1995