Inéditos y en preparación
Libros Inéditos, próximos fragmentos.
- Descanso y relajación en la infancia.
- Diagramas de Abordaje en el diagnostico psicomotor.
- La gesta Grupal, la práctica grupal con niños.
- Objetos y Juguetes en la Infancia.
- Wallon a pie de página.
- Manifiestos del Cuerpo.
- Álbum de palabras.
- El derecho de crear.
- La clínica corporal.
- Temblores, poesía.
- La escritura del reencuentro. Ensayo literario.
- Entrevistas, de Jorge Boccanera a Daniel Calméls.
- Semiología del gesto y la actitud.
Inspiración y escritura, fragmento de El derecho de crear.
Dice Susana Szwarc: “algo se produce cuando no presto atención”. Si la escritura adviene, hay tarea. Lo sabemos por la premura de la búsqueda de un lápiz y papel y la sensación de que las palabras se fugan y no se puede confiar en el recuerdo del instante, que es un cofre sin fondo que vacía la memoria. Aquí escribir es fijar, al modo de un coleccionista de mariposas que clava en la página su trofeo. Pero luego, cuando pasa la captura, viene el trabajo, la modestia laboral de la palabra en cuasi sombra, que trabaja sobre el material del destello.
Escribimos para saber, porque ignoramos. En la penumbra de la ignorancia el destello se presenta con la arrogancia del descubrimiento y es necesario fijarlo para que no se pierda. Con el tiempo no todo el material se conserva vivo. Todo escritor guarda su pequeña tumba, donde yacen los papeles que no terminan de morir ni de brotar, esos que aún no merecen tirarse ni quemarse y que son visitados ocasionalmente. Cuentan los escritores que, en un raptus de perpetuidad, alumbrando con el crepitar del fuego, se termina con una obra inédita. El recuerdo enaltece el texto arrebatado de por vida.
La escritura poética no nace de la voluntad de escribir, no es un acto de cognición racionalista, cuando quiero y no puedo, me sale “espuma de la boca” (Cesar Vallejo). En cambio, en “cuanto menos pensado”, cerca de nuestros oídos, aletea una imagen, una idea, que debemos fijar, aunque a la mañana siguiente al leerla, sin la sorpresa del momento, se desvanezca y termine olvidada.
Para que aparezca ese destello, es necesario un estado: sensible, aunque no sensibilizado; distraído, aunque no disperso, en una condensación necesaria para que la palabra asome.
Escribo bajo el cruce de dos orientaciones, una de ellas la imagen: visual, táctil, gustativa, auditiva, olfativa, propioceptiva. Imágenes, todas ellas, entrecruzadas, superpuestas, recíprocas y a veces mezcladas al descuido con la otra orientación que es la Imaginación. En ambas, el cuerpo en sus manifestaciones, o sea el cuerpo en su estado dinámico a través de contactos, miradas, voces, aromas, posturas en actitud, escuchas, gestos expresivos, rostridades, sabores, acciones, actos, praxias… Si hay una experiencia que no puede ausentarse es la del cuerpo en sus manifestaciones, y no me refiero con este concepto a la vida orgánica, aquella que llevó a Paul Valéry a formular que “La salud es el silencio de los órganos” y a Antonin Artaud a pensar en “un cuerpo sin órganos”. En todo caso cuando digo “Yo” y al mismo tiempo toco mi pecho, no me refiero a la “caja toráxica” sino al encuentro de mi palma que toca superficialmente en profundo, construyendo un gesto expresivo, en una acción para otro. El organismo no es el cuerpo. El cuerpo es cercano a la poesía. Si digo que la cicatriz es la pequeña tumba del dolor, no habla la lengua anatómica. Lo que percibimos del otro no es el organismo, aquello de los tratados de anatomía, sino el cuerpo de la expresión y la comunicación, ese que se vincula con la escritura poética, el cuerpo que miente, a pesar que el otro se dé cuenta. Me refiero a ese cuerpo “que pretendo mío” (A. Amavet), el que construyo y me apropio, al que represento y representa, que es un distintivo de nuestra identidad.
Gran parte de mi obra poética tiene como temática explícita la corporeidad, lo cual no es ninguna novedad, quizás en mi hay un planteo explícito y un marco teórico conceptual que desarrollo en la escritura ensayística (El cuerpo en la escritura, El libro de los pies, El cuerpo cuenta, Cuerpo y Saber, Infancias del Cuerpo, Fugas el fin del cuerpo en los comienzos del milenio, El juego Corporal, etc.)
En mis libros de poesía, lo que escapa o vuelve del ensayo, lo que origina el ensayo, lo que es materia corpórea poética está presente en los siguientes libros: El cuerpo y los sueños, Marea en las manos, Lo que tanto ha muerto sin dolor, Estrellamar, Arcanos, Atrapavoz, etc.
Siendo el cuerpo motor y obstáculo a dilucidar en varios géneros literarios, y en mi práctica terapéutica en psicomotricidad con niños, son ellos, los niños, en cercanía y carencia, quienes fueron y son fuente de “inspiración” poética. El lenguaje de la niñez, no puede prescindir de su cuerpo, el niño está implicado corporalmente, si “un cuerpo es una extensión abierta al encuentro” (Jean-Luc Nancy), en el encuentro con el otro se produce un pliegue que nos afecta. La niñez promueve pliegues, nos sensibiliza.
La práctica de la escritura poética está en mí vinculada con la imagen plástica, tal es así que varios artistas plásticos han “ilustrado” mis poemas (término, “ilustrar”, muy usado en la década del 70, en las frecuentes muestras de “poemas ilustrados”). Mis escritos fueron ilustrados por Eduardo Medici, Pablo Solari, Laura Dubrovsky, Blas Castagna, Raúl Ponce, Roberto Tessi, Juan Aljinovich, Ernesto Pesce, Marcelo Vejares, Flora Stilman, Alicia Mayo, Claudia Degliuomini, Romina Biassoni, Juan Bernardez y Elsa Scanio.